El origen de esta frase hecha, afortunadamente cada vez más en desuso, procede de la cultura campesina y está relacionado con la fortuna que, en los tiempos de escasez, advenía a una familia con el nacimiento de un hijo varón. El nacimiento de un nuevo miembro en la familia era considerado de manera optimista, ya que significaba una nueva fuente de trabajo y de ingresos, lo que es decir una nueva forma de prosperar y de aumentar la hacienda. Recalco lo del hijo varón, pues no se consideraba signo especialmente afortunado el nacimiento de una hija, como ha sucedido desde tiempo ancestral en China y en otros lugares del mundo.
Fuente: Carlos Rivera
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