Es una locución que suele emplearse cuando en una conversación generalizada se produce un silencio absoluto.
Tal silencio no debe atribuirse en su origen, como es creencia general, al asombro que produjo en los pastores de Belén la aparición del ángel que les anunciaba el nacimiento del niño Jesús, sino que tiene un origen más siniestro. La explicación hay que tomarla del rastro de muerte que el ángel exterminador produjo entre los primogénitos de los egipcios, cuando fue enviado por Dios como la décima plaga (Exodo III, 19, -21, ) y que produjo la liberación del pueblo judío, hasta entonces mantenido como esclavo por el faraón egipcio, dando lugar al comienzo del largo éxodo en busca de la tierra prometida, capitaneado por Moisés.
Fuente: Carlos Rivera
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