Atar los perros con longaniza

¡Qué hermosa manera de comenzar el día, admirados lectores!
¡Imagínense lo surrealista que llegaría a resultar si saliéramos a desperezarnos a la puerta de nuestro hogar y encontráramos en el poste de alumbrado más cercano a un precioso can de pedigree sujetado por su cuello a dicho poste nada menos que con una tira de longanizas listas para comer!
Digno de ser pintado por Dalí, ¿no es cierto?
Bueno, quizá no es para tanto. Y para los que opinen igual, les comentamos que el origen de esta expresión, que se utiliza desde entonces “para resaltar la exageración con que se demuestra a veces la opulencia y el derroche” (BELCA), data de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El lugar, Candelario, provincia de Salamanca, Comunidad Autónoma de Castilla y León, España. Famoso por sus “chorizos colorados” (como se conocen en la Argentina) y por el festejo del “Día de la Candelaria” todos los 2 de febrero, este exótico lugar dio origen a un famoso Constantino Rico, conocido entonces con el (como decimos siempre) poco-original-pero-muy-efectivo seudónimo de “El Choricero” e inmortalizado en 1780 por el pintor Ramón Bayeu y Subías (clic aquí para ver el retrato).
Cuentan los que saben del tema, que una de las operarias de la fábrica de don Constantino, presa del apremio –no sabemos cuál- provocado por las circunstancias, tuvo la idea de atar un perro a la pata de un banco con una ristra de longanizas. No fue hasta que un día entró el hijo de otra operaria y vio la encantadora escena del canino mestizo sujeto con semejante atadura, que se acuñó la frase a que aquí hacemos mención, gracias a que el muchacho se encargó de diseminarla –quizá por el mundo entero- al grito de “en casa del tío Rico se atan los perros con longaniza”.

Fuente: BELCA

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