Poner la mano en el fuego

¿Quién no ha mencionado este dicho alguna vez, cuando las circunstancias lo han puesto en ocasión de defender a alguien de su más íntimo aprecio? (o que por defenderlo se le paga un lindo precio –perdón, sólo bromeaba)
Es de humanos enfervorizarse alguna que otra vez. Pero cuando de fervor se trata, qué mejor frase que la del título de este post para expresar el ferviente ardor de la amistad o los verdaderos vínculos en que uno está comprometido con el otro y uno es para todos como todos para uno -tal como sucede con nosotros, Los Creadores (de este blog).
Pero, nobleza obliga (y desde ya les aclaro que no hay detrás de mí ningún señor de apellido Nobleza apuntándome con ningún arma para que continúe escribiendo lo que el desea en lugar de lo que yo pensaba escribir), nos vemos en la obligación de aclarar que la frase suele utilizarse casi por lo general de forma negada. Es decir, para expresar falta de compromiso con el otro, una bonita y polite forma de no jugarse. Por lo tanto, seguramente serán testigos, al menos una vez en sus vidas (si ya no lo han sido), de escuchar aseveraciones como “Por Fulanito yo no pongo las manos en el fuego, es un mentiroso" –o un descuidado, o simplemente no es de nuestro agrado, expresando algo así como “no respondo por él”.
Del origen de la expresión ¿qué les puedo contar? Resulta que en la Europa de la Edad Media, se practicaban las ordalías (o la Ordalía, yo las prefiero siempre de a muchas, siempre y cuando correspondan al género femenino) que en su forma singular, se refiere a una “prueba ritual usada en la Europa medieval y en ciertas sociedades para averiguar la culpabilidad o inocencia de una persona acusada, y una de cuyas formas es el juicio de Dios.” (DRAE*)
Las acusaciones tenían que ver con pecados o quebrantamientos a las normas y no sólo eran enjuiciados de esta manera los seres humanos sino también las cosas (libros, obras de arte, etc.), según podemos leer en ‘Wikipedia’.
Varias eran las pruebas de ordalía. Sin embargo, la más difundida en la Europa del Medioevo, era la del hierro candente (nunca un cuestionario de opciones múltiples, no?), que consistía en sostener con las manos dicho metal en tal estado (sin quemarse, claro está). “En algunas ordalías se prescribía que se debía llevar en la mano este hierro el tiempo necesario para cumplir siete pasos” nos cuentan desde el ‘Portal Planeta Sedna’. El hierro candente era a veces (cruel y sádicamente, digo yo) sustituido por agua o aceite hirviendo o plomo fundido. Otras veces se hacía meter al acusado las manos en una hoguera.
Una vez sometido a tales ordalías (y quemado hasta las pestañas!!) si el acusado no resultaba dañado (cuando salía vivo, se sobreentiende, no?), se lo consideraba inocente y no debía recibir castigo (y lo anterior qué era, entonces?!).
Imagínense a una niña de delicadas costumbres, con la piel de sus manos jamás herida por ningún abrasivo (ni siquiera por jabón de tocador, no olviden que antes no se acostumbraba bañarse tan a menudo como hoy día). Imaginen que a esta niña la hubieran acusado de quebrantar las normas, cometer un pecado, llevar a cabo una transgresión (a alguien se le ocurre alguno?). Ahora imaginen cómo quedarían sus manos al ponerlas en una hoguera. ¿Por qué no la mataban directamente y listo? Dudas jurídicas, nada más.
Si luego de leer todo lo anterior no se impresionan hasta ponérseles la “piel (o la carne) de gallina” (**), debe ser que tienen “sangre de pato” (***).


Referencias:

(*)DRAE: abreviatura de Diccionario de la Real Academia Española.
(**) “piel (o carne) de gallina”: se dice así al erizamiento de los pelos del cuerpo, que produce un aspecto punteado, como el del cuero de una gallina luego de quitársele las plumas.
(***) “sangre de pato”: se utiliza esta expresión refiriéndose a la insensibilidad o carácter frío de una persona o a quien no gusta de mostrar sus sentimientos (diccionarios.com), contrariamente a la creencia popular que su origen se debe a que el pato, animal de sangre caliente, tendría la sangre fría como los reptiles, por ejemplo.

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